Otoño en Nueva York, Black Friday y turismo intensivo

Hace unos días, tuve que ir a la cuidad que nunca duerme para hacer un trámite. En un viaje demasiado veloz para mi gusto, tuve que juntar...


Hace unos días, tuve que ir a la cuidad que nunca duerme para hacer un trámite. En un viaje demasiado veloz para mi gusto, tuve que juntar placer, compras y compromisos en una semana que pareció un mes. Había ido hace dos años en septiembre, cuando el verano se está apagando y todavía hay luz hasta las 19:00, hace calor y se puede caminar todo el día, las noches son frescas, los "rooftops" famosos son ideales para tomar algo y apreciar las fabulosas vistas de la ciudad o simplemente es lindo pasar caminando por Times Square y admirar el increíble show de luces que jamás de apaga. 

Ir a fines de noviembre es una experiencia totalmente diferente. No solo que se hace de noche a las 16:30 (si, leyeron bien, llegamos antes de que modifiquen el horario de invierno y la luz diurna duraba muy pocas horas), sino que el otoño en Nueva York es frío, muuuuuy frío. Cero grados, para ser más clara. Yo amo el frío y esperé toda la semana a que cayeran algunos copos de nieve pero no hubo caso, "en invierno te llega a las rodillas", me dijeron (tendré que volver en invierno). 

Las dos veces viajé con mi hermana y fue una experiencia inolvidable. Esta vez nos tocó una semana intensa porque en USA se festejaba el Día de Acción de Gracias (o Thanksgiving, pero si hay traducción al español, ¿por qué decirlo en inglés?), un feriado que parece más importante que Navidad, donde todo el mundo come pavo hasta reventar, da gracias y al día siguiente COMPRA de modo desquiciado. Este día de compras histéricas de llama Black Friday y no tiene nada que ver con lo que se trata de imitar acá. Algunos negocios abren súper temprano y la gente acampa en la puerta desde la noche anterior porque literalmente te tiran las cosas por la cabeza. Sobre todo lo que es electrónica. En los locales de ropa no todo es lo que parece. Algunos precios valen la pena, otros no tanto. En lo personal, teníamos marcadas algunas tiendas que queríamos aprovechar para ver, pero no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar. No soy de las que se compra cualquier cosa porque sale dos pesos con cincuenta. Creo en las compras inteligentes y con los años y los viajes fui afilando el ojo para después no tener un montón de clavos de mala calidad apilados en el placard. Les cuento un poco nuestra experiencia por si tienen planeado viajar en este día agotador.

Las tiendas más conocidas y concurridas por los turistas que usualmente viajan y piensan que son la meca de las ofertas no valían la pena. H&M y Forever21: lleno de baratijas rebajadas como "black friday deals" (ofertas de black friday) que se notaba que era el resto que les había quedado de colecciones viejas o cosas que no habían vendido y aprovechaban a ponerlas en oferta. Es preferible ir en una liquidación donde se consiguen mejores cosas a mejores precios. Las marcas un poco más caras pero de mejor calidad y diseño, como ZARA, que tenía toda la tienda al 30% off, realmente valía la pena. Estaba que explotaba de gente y la cola para pagar era de 40 minutos, pero la ropa es de súper buena calidad, duradera y básicamente tuve que controlarme porque me gusta TODO. Topshop también tenía ofertas interesantes, ya que es una tienda de por sí cara, pero que tenía ciertos ítems en oferta que si ibas con tiempo y ganas, valían la pena. Urban Outfitters estaba con la oferta de comprar una prenda y llevar la segunda al 50%, interesante también, ya que trabaja todas marcas de primera línea. En todos estos lugares hay que armarse de paciencia e incluso en muchos, ni siquiera probarse, porque la cola para probadores es un tema aparte. Al día siguiente fuimos a cambiar algunas cositas que llevamos sin probar y la dulce vendedora no nos atendió con su mejor sonrisa porque se ve que no fuimos las únicas que lo hicimos, pero bueno, gajes del oficio. 

El resto del viaje tratamos de pasear, conocer un poco más de lo que ya conocíamos (aunque tengo la certeza de que nunca terminas de conocer Nuerva York). Fuimos a The High Line, un parque en altura sobre una vieja estación de trenes que llega hasta Chelsea, un lugar de la ciudad que no conocía y quedé enamorada. Volvimos a Brooklyn, mi lugar preferido en el mundo, con sus puentes y sus callecitas tan de cuento; tomamos un helado en la Brooklyn Ice Cream Factory aunque después terminamos temblando de frío y nos tomamos un ferry a Williamsburg y caminamos entre los hipsters y sus enormes murales llenos de color. Caminamos el asfalto de Manhattan hasta que nos dolieran los pies, por el Rockefeller Center lleno de luces navideñas y la pista de patinaje sobre hielo que uno ve en las películas y está ahí, llena de gente real, patinando. Comimos chocolate y tomamos un montón de café mientras paseamos por la feria navideña del Bryant Park y conocimos la New York Public Library. Como cereza del postre subimos a Top of the Rock, a contemplar una de las vistas más hermosas de Nueva York de noche. 

No sé como, pero hicimos todo eso en una semana, nos tomamos un avión y de los cero grados llegamos a los 36 de Rosario, al verano, la humedad y la Navidad con pileta. Siempre quise una Navidad blanca, así que me quedo con volver a esta maravillosa ciudad un 24 a la noche, con nieve, mucha nieve, villancicos, una buena taza de café y las luces de la ciudad que nunca duerme. 

The High Line 







Chelsea



Rockefeller Center


NY Public Library






Bryant Park



Dumbo, Brooklyn







Top of the Rock





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