No sé si esto de ser blogera a veces me resulta complicado o la vida se pasa demasiado rápido que cuando me doy cuenta el último posteo fue de febrero y ya estamos en junio.

Lo siento.

La verdad de la milanesa es que los últimos meses de mi vida se pasaron planeando un viaje que para mi, planeé en secreto toda la vida. Terminó hace exactamente una semana, en el aeropuerto de Barcelona, con un vuelo que después de 30 horas, esperas interminables, aduana y un avión que se nos dejó atrás, llegué a casa.

Pero el viaje no se termina nunca. Empieza en lo más profundo de uno cuando sin querer, el deseo de lo desconocido se apodera y toma el control.

Para mi, empezó años atrás. Mi deseo era algún día caminar las calles de París, tomar un café en un barcito con las sillas mirando a la calle, tirarme en el parque frente a la Torre Eiffel. Debo admitir que mi sueño se encontraba dentro de los clichés más comunes y poco originales del mundo de la imaginación y los sueños lejanos. Pero era mío. Y algún día tenía que llegar.

Después de muchos otros viajes, vueltas y tiempo, demasiado tiempo, París llegó, junto con Londres, Madrid, Atenas y otros tantos destinos fabulosos a los que ahora puedo viajar y recorrer solo con cerrar los ojos un ratito.

Dejo este pequeño posteo como una introducción a un continente lleno de elegancia, glamour y demasiadas cosas lindas. Y de paso vuelvo al rodeo, después de varios meses y la desaparición absoluta del mundo de los blogs. Y aprovecho a contar el increíble honor de haber sido parte de la publicación de junio de la reconocida revista Harper's Bazaar en su nota sobre Rosario y la moda <3

Tantas alegrías juntas se resumen en una mitad de año casi perfecta.